Ana y Juanjo se conocieron en una fiesta. Fue un flechazo porque nada más verse sentían una química de las que te hacen sentir que esa persona no va pasar desapercibida en tu vida. Días más tarde, después de escribirse numerosos mensajes, Juanjo dio el paso de invitarle a cenar. Fue una noche de risas, mucha complicidad, que acabó en besos y en la casa de él. Juanjo en ese momento tenia 30 años, nunca se había enamorado, no sabía lo que era querer realmente a alguien. Cuando estaba con Ana sentía que podía ser él mismo, que sus bromas le hacían reír y empezó a sentirse querido. Ana le contaba sus historias pasadas, lo había pasado muy mal con los chicos con los que había estado y además tenía un trauma desde siempre, nunca se había sentido querida por su padre. Ana trabajaba de psicóloga y daba terapia a personas que necesitaban desahogarse, liberar sus pensamientos. Por su parte, ella también acudía en sus ratos libres a otra especialista, que le ayudaba a superar sus pro