Riega las plantas Sam




Este relato está basado en Phedre Fitton y su marido Nigel. Me encantó su historia cuando la leí en la prensa y he querido hacerles un homenaje. Ella dejó un legado muy importante a su familia, el humor a pesar de las adversidades.

Mary y Sam estaban hechos el uno para el otro. Se conocieron en el instituto, se casaron al terminar la universidad y tuvieron 3 hijos, dos niños y una niña. Su relación estaba basada en la confianza, el amor, el respeto y las bromas. Mary disfrutaba siempre chinchando a su marido. Cuando llevaban juntos 40 años, ella llamó a la radio para que un locutor se hiciese pasar por su amante y llamase a Sam  y claro, éste picó como de costumbre. Ella pasó años riéndose de su marido, pero con cariño, como una buena esposa.

A los meses de haber cumplido 60 años juntos, Mary empezó a encontrarse mal y un día que no aguantaba del dolor de espalda fue con su marido a urgencias. Una prueba tras otra y ella que no mejoraba, los dolores no desaparecían. Se pasó hospitalizada una eternidad de días y Sam, a pesar de las recomendaciones de sus hijos, dormía en un sofá-cama en la habitación de su amada para que no se quedase sola. Llegó el diagnóstico final, metástasis en los huesos, Sam se derrumbó, pero la actitud de Mary fue sorprendente, su sentido del humor no se lo quitaba nadie - Tú no llores amor, que allá arriba iré cogiendo una habitación con vistas al mar antes de que tú llegues -.

Era impresionante verla siempre contenta, a pesar de las sesiones de quimioterapia con las que iba perdiendo el pelo, pero no el humor. Una vez entró en su peluquería de toda la vida y le dijo a la dueña - Me habéis arruinado el peinado- . Sam estaba muy triste porque iba viendo cómo la vida del amor de su vida se iba apagando poco a poco, pero delante de ella intentaba guardar la compostura.

4 meses más tarde tuvieron que volver a ingresar de urgencia a Mary y ella le dijo a Sam:

- Cariño, cuando ya no esté aquí quiero que estés contento y hagas planes con gente, no te quedes en casa como un pasmarote viendo la tele todo el día. Ah, y me riegas las plantas del baño, que no se sequen - la cara de Sam fue un poema en ese momento, pero asintió  afirmando que cumpliría todo lo que le había dicho su esposa.

Dos días más tarde Mary murió rodeada de sus seres más queridos a los 73 años. Sam cumplió religiosamente lo que su mujer le había dicho, se apuntó a clases de gimnasia de mantenimiento, empezó a quedar con amigos jubilados del barrio a pasear y regaba cada día las plantas del baño. Lo debía de estar haciendo muy bien porque los helechos no perdían ninguna de sus hojas y se conservaban verdes como el primer día.

Pasaron 7 años y Sam ingresó en una residencia. Pidió a sus hijos el favor de que le regaran las plantas del baño, ya que él no podría hacerlo. Una tarde fue a visitarle su hija menor Susan.

- Papá hay algo que tienes que saber - le dijo seriamente.
- ¿Qué ha pasado hija? - preguntó preocupado.
- Es sobre las plantas del baño...
- ¿Se han muerto? Ay qué disgusto - respondió con pena Sam.
- No exactamente. Es que son de plástico papá - y ambos empezaron a reír como hacía años que no lo hacían.
- Hasta en el más allá me sigue gastando bromas. Ay, cómo era tu madre.




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