Cuidado con lo que deseas princesa

Había una vez una princesa que vivía en el castillo de Victory. Se llamaba Emily. Sus padres Tom y Karen siempre le habían dado todo lo que quería, cuando ella tenía un capricho, ellos lo hacían realidad al instante. Nunca había conseguido nada por sí misma porque estaba acostumbrada a que lo lograba todo con tan sólo pedirlo. Si competía en tiro con arco contra plebeyas del Reino, ella siempre ganaba el primer puesto. Si alguien hacía una gracia que llamara la atención, Emily siempre intentaba llamar la atención con anécdotas y chistes, que aunque no tuvieran gracia, los demás siempre se las reían. Vivía en un paraíso terrenal. No tenía que esforzarse absolutamente en nada y su vida era perfecta.

Una tarde apareció en el castillo un hada madrina. Se le apareció a la princesa cuando se encontraba en sus aposentos.

- Te concederé 3 deseos, lo que me pidas bella Emily - le dijo el hada.

- No sé qué pedir puesto que de todo poseo. - Tras unos breves segundos - Deseo ser la princesa más poderosa del mundo, que todos me teman y me concedan todo lo que les pida - dijo entusiasmada Emily.

El hada madrina que no se esperaba esa respuesta, se quedó con la boca abierta. Nunca en sus 245 años laborables de profesión como hada alguien le había pedido un deseo tan desafortunado. Más bien pensaba que la princesa pediría "Paz en el mundo" o "Que a ningún pobre le faltara de nada", pero no fue el caso.

- Tu primer deseo es orden para mí princesa. Espero que seas consciente de las consecuencias.

En ese mismo instante, la atmósfera del castillo se volvió oscura. El semblante de Emily varió considerablemente y se convirtió en un rostro triste, malhumorado y agrio. La princesa se dio cuenta rápidamente que todo el mundo le tenía miedo, que todo el mundo rehuía de ella. Al principio se sintió poderosa, invencible, pero cuando se dio cuenta de que en el deseo estaba incluido que sus padres le temieran también, ahí empezó a hacerle menos gracia su elección. Cada vez que la princesa intentaba acercarse a su madre, ésta bajaba la cabeza y le decía si necesitaba algo, que se lo concedería inmediatamente. Emily se sentía en ese mismo momento que su corazón se rompía y tenía el deseo irrefrenable de que sentir un abrazo de su madre y que le dijera lo mucho que la quería. Pero esto nunca sucedió, ni por parte de su madre ni de su padre.  Pasaron varios años y Emily no se sentía satisfecha con su nueva vida. Todo el mundo le daba la razón en todo, todos le temían, pero ella se sentía vacía y muy sola.

Una tarde de primavera, el hada madrina volvió a aparecer para concederle su segundo deseo.

- Princesa Emily, puedes pedir tu segundo deseo, será orden para mí.

La princesa se quedó pensativa. Había reflexionado mucho acerca de sus deseos. Cada día cambiaba y se le ocurría uno nuevo. Tenía muy claro cuál iba a ser el ganador en esta ocasión. Iba a pedir lo que ella pensaba que solucionaría su problema de soledad y le haría sentirse feliz y plena.

- Quiero casarme con el hombre más guapo del mundo, el que sea más puesto y atractivo de todos los Reino" - espetó sin dudar Emily ante la sorpresiva cara del hada madrina. 

- No aprende esta princesa - se dijo para sus adentros el hada.

El deseo se convirtió en realidad nada más marcharse el hada madrina. Apareció Brad, el Rey de Chevlania, un país lejano de Victory. Era bello, alto, sexy, pero todo lo que tenía de apuesto lo tenía de prepotente y mujeriego. No hubo feeling entre ellos en ningún momento, pero era tan guapo que Emily lo pasó por alto. La boda real se celebró 10 días después de conocerse. Brad le pidió rápidamente matrimonio porque Emily era una buena opción por la dote que obtendría con el enlace y porque él ganaría el Ducado de Albassy. Mientras se celebraba la boda, Emily miraba a su futuro marido y no sentía ningún tipo de atracción por él. 

"Lo bello a veces se hace feo" - pensó la próxima Reina de Chevlania y Brad tenía una bonita fachada pero su interior maléfico y egoísta le restaba todo. 

Al decir "Sí quiero"  Emily sintió un pinchazo en el pecho, como si le faltara el aire, ya que se dio cuenta de que nunca había conocido  el AMOR verdadero. No sabía lo que era sentirse correspondida, que alguien deseara verle y disfrutar de su compañía. Y se dio cuenta de que a lo mejor nunca sabría lo que es. Una lágrima corrió en su tez, que ella ocultó bajo su velo de novia.

A partir del día de la boda se arrepintió minuto a minuto de su decisión. Tenía todo lo que había pedido, era la mujer más poderosa del mundo, casada con el hombre más deseado... Todos le respetaban y le tenían miedo. Todo lo que decía eran órdenes para quien se encontraba con ella. A pesar de tenerlo "todo" para ser feliz, se sentía completamente sola y perdida. Después de la luna de miel más triste para Emily, se despidió de sus padres. Se mudó a vivir a 1000 kilómetros de su hogar, en el frío castillo de su recién estrenado marido. Su madre ya no estaba con ella como antes, escuchándole sus problemas, apoyándole en los malos momentos... Tampoco su padre tenía apenas contacto con Emily, no respondía nunca a sus cartas. A ambos le daba pavor su hija, no era la misma de siempre.

Tras dos años en los que Emily tocó fondo en todos los sentidos posibles, apareció nuevamente el hada madrina.

- Su majestad, Reina de Chevlania, vengo a concederle su tercer y último deseo. Piense bien qué quiere porque será la última vez que pueda pedirme lo que desea.

Emily entonces empezó a llorar, lo que le llamó la atención al hada madrina.

- ¿Por qué llora Reina Emily? - le preguntó sorprendida.

- Siempre he sido una persona feliz, en mi casa mis padres han luchado toda su vida para concederme todos mis deseos y eso me ha convertido en una mujer inconformista. Y ha sido culpa mía, por ser tan exigente con todo el mundo, por querer siempre ser la primera y no soportar que alguien me ganase en ningún aspecto de mi vida. Después apareció usted y en vez de pedir deseos para las personas que más lo necesitan, para quienes no tienen de nada, me convierto en un ser egoísta y pido lo que pensaba que necesitaba para ser más feliz. Pero me equivoqué. Los dos anteriores deseos me han hecho muy infeliz, he perdido a mi familia y estoy casada con alguien a quien no amo, ni él a mí. He hecho infelices a todos los que me rodean por querer ser la más poderosa e importante. Me he dado cuenta de que lo más vale en la vida no es el dinero, ni las comodidades,  ni el poder, ni el que la gente cumpla tus órdenes... Lo más importante es tener el AMOR de quienes me rodean, aprender de ellos y pasar y aprovechar momentos juntos. Por esta razón quiero que mi tercer deseo es que todo el mundo sea feliz y estén siempre contentos. Para mí no quiero nada más, gracias por haber aparecido en mi vida para darme cuenta de que estaba equivocada sobre mis preferencias en la vida. Lo que más pena me da es no haberme dado cuenta antes porque seguiría conservando lo que tenía y que he perdido - soltó Emily con lágrimas en los ojos, que se iba secando con las mangas del vestido que llevaba puesto.

- Reina Emily, ha elegido el mejor deseo que podría pedir. Lo más importante es aprender de los errores y no volver a cometerlos. Su deseo son órdenes para mí - dijo el hada mientras se desvanecía del aposento real. En ese mismo momento, Emily se metió en la cama y se quedó dormida llorando y lamentándose de su egoísmo. Al día siguiente cuando despertó no reconocía dónde estaba. Se dio cuenta tras varios minutos de que se encontraba en su antigua habitación, en el castillo de sus padres los Reyes de Victory. Alguien llamó a la puerta y Emily se giró para ver quién era, no comprendía qué estaba sucediendo. Entró su madre con una bandeja con el desayuno, como años atrás hacía diariamente para despertarle y le dio un beso en la frente a su hija.

- Cariño, ya me estabas preocupando. Nunca te había visto dormir 12 horas seguidas, seguro que lo necesitabas. Puedes quedarte descansando todo lo que necesites, tranquila. Por cierto, te ha llegado una carta sin remite, no sé de quién puede ser - su madre le abrazó y se marchó de la habitación de su hija no sin antes mandarle un beso con la mano.

Emily estaba incrédula, no entendía cómo podía estar en esa habitación, cómo su madre había actuado como siempre antes lo hacía... ¿era todo un sueño? Porque si era así, no quería despertar. Cogió el sobre, lo abrió y extendió la carta que contenía:

- Querida Emily, te ha costado darte cuenta de lo que realmente merece la pena en esta vida. Ni el dinero, ni los lujos, ni el marido más guapo del universo pueden hacer que tú te sientas plena si te falta el AMOR. Conserva lo que tienes, valóralo y no vuelvas a perderlo. Y ten cuidado con lo que deseas porque según tus decisiones puedes ganar o perder lo que más quieres. Firmado, el hada madrina de la Felicidad.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Las palabras se las lleva el viento, los hechos ni un huracán

El karma funciona tarde o temprano

Somos más fuertes de lo que pensamos

El Amor volverá

Mi reflexión en época de coronavirus

WhattssAps de medianoche

Toca la trompeta

Nada príncipe, nada siempre

No te lo calles nunca

El Rey de las 6 Princesas