Lo mejor está por llegar

Ana llevaba cinco años con Jon. Hacía unos meses tuvo que elegir si quedarse a vivir en Alemania o volver a España para estar más cerca de su chico. Optó por lo segundo y no se arrepentía porque cada despedida era un infierno para los dos. A veces en la vida hay que apostar por lo que pensamos que nos va a hacer felices, independientemente de si nos va a salir bien o mal. 

Estando ya aquí en España estaban aún en la distancia, ella en Castellón y él en Valencia, pero no era un problema porque se veían todos los fines de semana. Ana llegaba los viernes y se pasaba dos días con su chico, compartían todo lo que habían vivido durante la semana. O casi todo. Él ocultaba una doble vida y ella ingenua pensaba que en breve le pediría que se casaran. No se imaginaba lo que le venía en breve.

Jon llevaba unas semanas raro, distante. Cuando ella le abrazaba o le intentaba besar él se apartaba y se excusaba con que en ese momento no le apetecía, o que se encontraba mal... Las excusas son amigas de los cobardes que no se atreven a decir realmente lo que están sintiendo o pensando.

Una noche ella recibió un mensaje que no le correspondía y al principio no le dio importancia "Tengo ganas de volver a verte. Me quedé con ganas de más". ¿Qué hacía Jon a las 3 de la madrugada mandándole un mensaje así? Normalmente él se acostaba a las 23.30 y ese día estaba despierto tan tarde. ¿De qué se quedó con ganas de más? No se refería a ella, eso estaba claro. Ana leyó el mensaje una veintena de veces e intentó volverse a dormir, pero malos pensamientos se apoderaron de ella.

Al día siguiente llamó a Jon preguntándole por el mensaje. Él le dijo que era una mal pensada, una desconfiada y una celosa. Le reprochó que cómo podía pensar eso de él, que el mensaje se lo había enviado a ella porque le echaba de menos.

Llegó el fin de semana y al reencontrarse no hubo efusividad, ni pasión por verse. Eran como dos amigos casi desconocidos. Ana empezaba a sentirse mal, a pensar en serio que algo pasaba o que a lo mejor eran imaginaciones suyas. Jon se pasaba el tiempo con el móvil, recibiendo mensajes y poniendo medias sonrisas. "¿Con quién te escribes?" - preguntó Ana. - "Con los amigos del grupo, estamos hablando de la despedida de soltero de Mateo" - respondió él. "¿Seguro?" - volvió a preguntar ella. - "Eres una celosa desconfiada, déjame en paz" - le recriminó él. 

Esa semana Ana sufrió varias sensaciones, la angustia le oprimía el pecho, los nervios se apoderaban de sus noches y un sentimiento de desasosiego le inundaba todo el cuerpo. Veía que su relación estaba deteriorándose por momentos y no sabía qué hacer, qué cambiar para que todo volviese a estar como siempre. Pero lo que ella desconocía era que no podía hacer nada, que él lo había estropeado y no había vuelta atrás. 

Lo primero que hacía Ana al despertarse era mirar cuándo se había conectado al Whattsap Jon por última vez. Un día "2.54 AM", otro "3.21 AM". ¿Qué estaba pasando? 

El viernes en que todo se alteró estaban en la casa de él. Ella le preguntó por qué se conectaba tan tarde al Whattsapp, que con quién hablaba. Él le empezó a gritar que estaba loca, que veía cosas que no existían, que por qué no confiaba en él si no le había dado motivos para hacer lo contrario... La discusión acabó con que él se fue a duchar y ella se quedó llorando en la habitación. Estaba allí sola y vio el móvil de Jon encima de la mesilla de noche. Lo cogió y miró los mensajes. Descubrió el pastel. Se mensajeaba con una compañera de trabajo con la que se estaba acostando desde hacía tiempo, según Ana leía. Brotaba lágrimas de dolor, de esas que no puedes controlar y son imposibles de parar.

Se dirigió deambulante al baño donde se encontraba él, con el móvil en la mano. Jon ya no tenía coartada para echarle las culpas a ella, se quedó en blanco, sin saber qué decir. Todo había empezado con esa chica cuando ella vivía en Alemania. Y aún y todo no tuvo el valor de romper con Ana, prefirió mantenerle por si acaso esa historia no le funcionaba. Hay mucha gente así desgraciadamente, que prefiere tener pareja a toda costa independientemente de que los sentimientos no sean equivalentes con el otro. Siempre es mejor tener una reserva, ¿no? Estas personas son unos egoístas. "No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti", si esto lo cumplieran más personas todo iría bastante mejor, nos haríamos menos daño los unos a los otros.


La ruptura fue dolorosa para Ana, pero a la semana se encontraba mejor. A las dos semanas se sentía liberada y ahora que han pasado cinco meses está perfecta. Ha conocido a un chico estupendo, que le valora, le respeta y no le miente. En la vida a veces tienes que pasar una tormenta para valorar los días soleados y en calma. Abre los ojos y disfruta, lo mejor llega cuando no lo buscas. Y no te preocupes porque las tormentas pasan, todo cambia y todo mejora.


El amor aparece donde menos lo imaginas

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