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Riega las plantas Sam

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Este relato está basado en Phedre Fitton y su marido Nigel. Me encantó su historia cuando la leí en la prensa y he querido hacerles un homenaje. Ella dejó un legado muy importante a su familia, el humor a pesar de las adversidades. Mary y Sam estaban hechos el uno para el otro. Se conocieron en el instituto, se casaron al terminar la universidad y tuvieron 3 hijos, dos niños y una niña. Su relación estaba basada en la confianza, el amor, el respeto y las bromas. Mary disfrutaba siempre chinchando a su marido. Cuando llevaban juntos 40 años, ella llamó a la radio para que un locutor se hiciese pasar por su amante y llamase a Sam  y claro, éste picó como de costumbre. Ella pasó años riéndose de su marido, pero con cariño, como una buena esposa. A los meses de haber cumplido 60 años juntos, Mary empezó a encontrarse mal y un día que no aguantaba del dolor de espalda fue con su marido a urgencias. Una prueba tras otra y ella que no mejoraba, los dolores no desaparecían. Se pa

Toca la trompeta

Mi abuelo es una persona muy especial. Fue trompetista durante la mayor parte de su vida. A mi papá le enseñó a tocar el violín. Mi papá me quiso enseñar a mí también a tocar un instrumento, pero no se me da bien ni el violín, ni la guitarra, ni el piano... Pero mi abuelo me dice que no me preocupe, que yo tengo madera de artista, pero de otro tipo. Me gusta ir con mi abuelo al centro de mayores. Me dice que le salen baratas las bebidas y me pide un Kas Manzana que me encanta. Él fuma un cigarrillo Ducados que huele fatal y se bebe un zurito de vino tinto. Luego se sienta a jugar al Mus con unos señores. Me lleva allí algunos días después del cole y me siento a su lado a verle jugar. Mi abuelo es muy bueno jugando, suele ganar casi siempre. Cuando son las ferias de mi pueblo voy con mi abuelo a subirme a las barracas. Suele llevar 1.000 pesetas y me sube en la noria, en los coches de choque... y lo que más me gusta es cuando tira palillos con la escopeta de perdigones y me c

Nada príncipe, nada siempre

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Había una vez un príncipe muy, muy bonito. Era tan bonito que todos los niños de la corte real querían parecerse a él. Siempre estaba sonriendo, ayudando a los demás y jugando. Era un niño muy, muy amado por sus padres el rey y la reina. Un día sus papás decidieron separarse, no porque no se quisieran, pero decidieron emprender caminos diferentes, así que el rey se fue a vivir a Villa Mar y la reina a Villa Azul con el pequeño príncipe. Él aunque estaba triste por dentro nunca dejó de sonreír por fuera. Lo más importante es que sabía que sus padres le querían y le querrían siempre.  Una tarde se presentó en Villa Mar una bruja muy, muy mala disfrazada de princesa del Sur que supo engatusar con conjuros al rey y enamorarle. Es complicado defenderse de la magia oscura, así que logró hacerse con el trono real y convertirse en reina consorte. La bruja desde el principio no veía con buenos ojos a su hijastro porque sentía que su poder sobre el rey disminuía en su presencia, como si d

Ojos que no ven, corazón que no siente

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Y ella empezó a correr. Corría tan rápido como sus pies le permitían. Él iba detrás corriendo tras ella mientras le insultaba y amenazaba. La calle era larga y oscura y no había nadie. Ella pedía auxilio y lloraba mientras mil pensamientos le nublaban el cerebro y el miedo le inundaba el alma. Corría, corría, pero en un momento miró para atrás y se chocó contra un coche. Cayó al suelo. Él llegó donde estaba y le golpeó en la cara. Ella se desmayó.  Oscuridad. Pasaron días, semanas y nadie sabía nada de ella. Él callaba y maldecía del cabrón que le hubiera hecho algo a esa pobre chica. Qué h... de p... habría podido hacer algo así, que ese tipo de personas no merecían vivir. Y pasaron los años mientras que él hacía su vida, daba besos a su hija antes de dormir y le decía Te quiero a su mujer. Iba a su trabajo y caía bien a todo el mundo. Qué gracioso es, qué buena gente. Sí... los monstruos saben engañar muy bien a quienes le rodean. Años más tarde sus padre

San Valentín, San Valentín

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Siempre me ha gustado San Valentín. Sí, ya sé que es una estrategia comercial para vender monerías, flores, bombones y derivados... pero a mí me mola. Una que es un poco moñas.  Hoy me he acordado de un reportaje que grabé siendo presentadora en Canal 4 Zamora. Me paré en mitad de la calle Santa Clara a preguntar a la gente cómo celebraban este día. Fue un repor muy divertido y mucha gente me paró por la calle, después de emitirlo, para decirme que lo habían visto. Me hizo mucha ilusión la verdad. Hubo un año que pasé San Valentín en Irlanda, creo que fue el 2003.  Estuve con mis amigos Mer y Ben en Kilkenny  y recuerdo las calles repletas de corazones. Qué chulada.  En el 2011 pasé este día en Nueva York. Subí con mi amiga África al Rockefeller Center y sacamos un montón de fotos. De hecho una de las que saqué me moló tanto que la tengo impresa en mi salón.  San Valentín...San Valentín... y cómo está el patio actualmente. Soy muy fan de quienes exponen su "AMOR"

NO es NO

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Si una mujer te dice NO es NO. Y si no lo captas, empieza a entenderlo. No todas vamos a querer sucumbir a tus encantos. No todas vamos a querer estar contigo. Es que igual no me gustas, ya le gustarás a otra. Pero lo que no puedes es amarrarme. Lo que no puedes es obligarme. Lo que no puedes es seguirme, ni atarme, ni secuestrarme. Te crees en el poder de forzarme y después para que no te delate matarme. Soy como tu madre, soy como tu hermana, como tu hija. Me has humillado, me has roto por dentro, me has destrozado la vida y luego quitado. ¿Por qué? ¿para que te demuestres a ti mismo que tienes poder sobre nosotras? ¿por que te crees Dios? Pues no lo eres. Eres un enfermo, un degenerado, un desgraciado. Porque tú no tienes por qué arrancarme el corazón. Arráncatelo tú si quieres. A mí no, ni a ninguna de mis hermanas. Porque somos muchas, somos fuertes, somos valientes. Y no te lo vamos a permitir. Nos vamos a defender. Vamos a acabar contigo y con los demás. Las cosas está

No te lo calles nunca

Hay momentos que te apetece decir a toda voz "¡No puedo más! ¡Estoy harta de que me tomen por tonta!" y te quedas con las ganas de pegar un buen grito. Esto me recuerda lo que me pasó una vez en Dublín  hace mil años cuando fuimos una amiga y yo de vacaciones a ver a dos amigos. Uno de ellos le gustaba a ella y él no le hacía mucho caso a pesar de que en España habían tenido una "historia". Mi amiga estaba muy tensa, muy decepcionada y triste. Una noche paseando cerca de un puente las dos solas, me fijé que no había nadie cerca y le dije que gritara. Que lo hiciera a todo pulmón. Ella es una chica muy tímida y le daba vergüenza. Le volví a animar "Te vas a sentir mejor" . Empezó a gritar y yo con ella (yo también tenía una historia que sacar afuera). Cuando terminamos me dijo que se sentía aliviada, más tranquila. El resto de los días estuvo mejor y yo me alegré por ella. Y por mí también, qué relax por favor el gritar a veces.   Y es que me di cuen