Reflexiones de una treintayochoañera
El otro día fue mi cumpleaños. Me flipan esos días, me encanta soplar velas, pedir deseos y sobre todo rodearme de la gente que quiero y me quiere. Ese día iba a ser de otra manera hace unos meses, pero hay que adaptarse a los acontecimientos que van surgiendo en la vida y al final fue maravilloso. Pasé el día con mi familia, aunque faltaron algunos miembros y mis amig@s hicieron acto de presencia aunque fuera en la distancia. Ese día pensé muchas cosas, muchas, muchas. Hace unos años me hubiese sentido una fracasada por no estar casada, ni con hijos a los treinta y ocho , pero la mentalidad me ha cambiado, así como yo he cambiado también. No hay que seguir el camino de todo el mundo, no hay que casarse, ni tener hijos para ser más feliz. Conozco a muchas personas que tienen ambas cosas y son muy infelices. Y yo soy feliz. Ser mujer hoy en día, ser independiente, soltera y vivir sola con una gata es para muchos un sinónimo de ser rara o tener taras. Taras no digo que no ten