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Sharon forever

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Matt conoció a Sharon una noche en el “Fat Cat”, un pub de West Village. Cuando le vio pensó que era la mujer más guapa que había visto en su vida. Entrecruzaron miradas varias veces, ella le sonreía mientras daba sorbos a un botellín de cerveza. Jazz sonaba de fondo y ella contoneaba su cuerpo al son de la música. Matt no podía dejar perder la oportunidad de conocerle, así que acabó su cubata y fue adonde ella. La complicidad se notaba y las risas se alargaron durante toda la noche. Se intercambiaron los móviles y Matt no paró de mandarle mensajes hasta que consiguió que aceptara cenar con él.  La primera cita fue en una terraza de la Quinta Avenida, se veía de fondo el Empire State, esa noche estaba iluminado de color azul. Sharon trabajaba en un bufete de abogados, estaba a punto de convertirse en socia y estaba muy ilusionada con ello. Le gustaba montar en bici, correr, la fotografía, la comida vegetariana y era melómana hasta la médula. A Matt le parecía cada vez más y más i

Pier 17

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Aquel viernes 21 de junio Ane corría por las calles de la Sexta Avenida buscando el edificio donde tenía un casting. Era su primera prueba como actriz en Nueva York. Había viajado a la ciudad de los sueños a probar suerte, vivir sus calles y disfrutar de su espíritu. Preguntó en recepción por la productora y le señalaron que subiera a la planta 12 puerta 5. Mientras estaba en el ascensor notaba cómo le sudaban las manos y el corazón se le salía del pecho. Cuando abrió la puerta 5 encontró a compañeros de prueba sentados leyendo un papel. La jefa de casting le saludó amablemente y le dio un guión. - "Prepárate el personaje de Dulce, en un rato te llamaremos" - le dijo.  Ane se sentó y empezó a memorizar el texto. Miró a su izquierda y había junto a ella un chico de unos 30 años, con pelo largo, camiseta de tirantes negra y pantalones vaqueros. - "Perdona, ¿vienes para el casting, no?" - le preguntó Ane.  -"Sí, claro" - respondió él sonriente

Una ¿corta? historia de amor

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Alberto se subió al autobús. Ese fin de semana iba a ver a sus padres después de tres meses sin ir a casa. Su jefe de prácticas le había dejado salir un poco antes y pudo cambiar el billete para el autobús anterior. Estaba contento a la par de cansado, así que iba a aprovechar el viaje para dormir hasta que llegara a Zaragoza. Su asiento era el último de todos, en la parte de atrás del autobús. Cuando llegó a su asiento dejó la mochila en la parte de arriba. Cuando bajó la cabeza vio una chica muy guapa, era su compañera de asiento. Sonrió. Y ella le devolvió la sonrisa. Empezaron a hablar de dónde eran, qué estudiaban. La coincidencia es que los dos estudiaban lo mismo, Comunicación Audiovisual, pero él el segundo año y ella cuarto. Se llamaba Alba, era de Barcelona y tenía los ojos azules más grandes que había visto nunca. En gustos musicales no estaban tan de acuerdo. Mientras Alba era pachangera hasta la médula, Alberto era heavy a rabiar. "Podrías venir un día conmigo a

Lo mejor está por llegar

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Ana llevaba cinco años con Jon. Hacía unos meses tuvo que elegir si quedarse a vivir en Alemania o volver a España para estar más cerca de su chico. Optó por lo segundo y no se arrepentía porque cada despedida era un infierno para los dos. A veces en la vida hay que apostar por lo que pensamos que nos va a hacer felices, independientemente de si nos va a salir bien o mal.  Estando ya aquí e n España estaban aún en la distancia, ella en Castellón y él en Valencia, pero no era un problema porque se veían todos los fines de semana. Ana llegaba los viernes y se pasaba dos días con su chico, compartían todo lo que habían vivido durante la semana. O casi todo. Él ocultaba una doble vida y ella ingenua pensaba que en breve le pediría que se casaran. No se imaginaba lo que le venía en breve. Jon llevaba unas semanas raro, distante. Cuando ella le abrazaba o le intentaba besar él se apartaba y se excusaba con que en ese momento no le apetecía, o que se encontraba mal... Las excusas so