Querido Reino Lejano


En un reino muy muy muy lejano vivía Diana. Era una princesa muy popular ya que siempre estaba preparado fiestas en el Palacio para celebrar cualquier tipo de evento. Siempre sorprendía a sus invitados con ricos manjares, una cuidada decoración y exquisitos caldos venidos de todo el mundo.

Una mañana soleada Diana se encontró a una mujer muy anciana que nunca había visto y se acercó a saludarle amablemente "Buenos días señora, soy la princesa Diana, mañana celebraremos el día de las flores y me gustaría que viniese a la fiesta que estoy preparando" - le dijo Diana con una sonrisa de oreja a oreja. La anciana le respondió pausadamente "Se lo agradezco princesa, pero no iré. Tengo cosas más importantes que hacer". La princesa se quedó extrañada, era la primera vez que alguien le decía que no a una invitación.

Pasaron unas semanas y Diana volvió a encontrarse con la señora - "Querida, esta tarde celebraré un almuerzo con motivo de la llegada del verano. Sería muy feliz si pudiese venir" -. La señora le sonrió mientras respondía a la invitación - "Se lo agradezco amable princesa, pero tengo cosas más importantes que hacer"-. Y dicho esto se dio media vuelta y prosiguió su camino.  Diana no entendía por qué no aceptaba nunca ninguna de sus invitaciones cuando todo el mundo le decía siempre que sí. La princesa siguió invitando a fiestas a la anciana y siempre obtenía la misma respuesta - "No gracias, tengo cosas mejores que hacer".

Diana estaba preocupada, así que averiguó dónde estaba la casa de la anciana para así poder salir de dudas. Llamó a la puerta y un señor muy mayor le abrió, invitándole a entrar. La princesa pudo comprobar lo humilde que era aquel hogar, que apenas tenía muebles en la estancia principal y como asientos contaba solamente con 3 cojines en el suelo. La anciana salió de una habitación y al ver a la princesa se acercó sonriente - "Me alegro mucho que haya venido a visitarnos princesa"-. Diana no pudo aguantar más su incertidumbre y preguntó a la señora que por qué nunca iba a ninguna de sus celebraciones. La anciana, mientras le invitaba a sentarse en los cojines le respondió - "La vida es cuestión de prioridades y hay que saber administrar el tiempo con la cabeza y el corazón. Mi marido tiene una enfermedad incurable, cada día está más enfermo y quiero dedicarle toda la atención que necesita, ya que algún día él no estará conmigo. Tendré en mi conciencia la seguridad de que mientras vivió fue feliz a mi lado y pasamos muchos momentos juntos. Por este motivo prefiero estar todo el tiempo que pueda con él porque es más importante para mí que todas las fiestas del mundo"-. 

Diana salió pensativa de esa casa. Esa sabia anciana le había hecho abrir los ojos. Pasaba tantas horas planeando y organizando sus lujosas fiestas que había dejado de pasar tiempo con su familia y sus amigos. Sin ser consciente, les había trasladado a un segundo lugar en su escala de valores cuando realmente eran los pilares más importantes de su vida. Por otro lado se dio cuenta de cómo malgastaba, así que empezó a emplear todo el coste que empleaba en sus fiestas a ayudar a quienes más lo necesitaban. Y desde ese último encuentro con la anciana, la princesa se sintió plena, ya que aprendió a administrar su tiempo para disfrutarlo con quienes tan feliz conseguían hacerle. 



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