Malos comienzos son a veces los mejores finales
Martín conoció a Marina en el trabajo. Coincidían en la impresora, en la cola de la cocina para calentar el tupperware, esperando el ascensor... Trabajaban en diferentes departamentos, Martín en el Comercial y Marina en Relaciones Laborales de un conocido banco nacional. Tras muchos días dudando y recapacitando en casa cómo entablar un primer contacto que no fuera el visual, Martín se atrevió a hablarle en una tarde de viernes saliendo de la oficina. Marina al principio se sorprendió de que un desconocido, de su mismo trabajo, pero igualmente desconocido, le hablara así por así. “Pues parece que el fin de semana no va a llover” – comentó Martín, con un tono como si fuera el hombre del tiempo del telediario” – él pensó para sí “qué original que soy, normal que casi nunca me coma un rosco”. “La verdad es que me da igual si llueve o no porque me voy a quedar en casa igualmente. Buenas tardes” – respondió tajantemente Marina mientras salía por la puerta pri