El destino todo lo sabe

Desde que era pequeña siempre he pensado que el destino pone todo en su sitio, que lo marca todo. Las personas que nos vamos encontrando en la vida no son por casualidad, sino que llegan a nuestras vidas por una razón que sólo nosotros descubrimos con el tiempo. Algunas viven con nosotros minutos, horas, días, meses, años...pienso que independientemente del tiempo que pasemos con ellas dejan una huella, un recuerdo en nuestro interior, en mayor o menor medida, pero quedan ahí dentro, aunque no queramos. Por eso esta historia la quiero dedicar a las personas que no creen en que el destino une y que aunque dos personas estén viviendo momentos diferentes, pueden darse cuenta  de que están hechos el uno para el otro. Así empiezan las historias de amor, que sin buscarlo se encuentran dos almas en el mismo sitio, a la misma hora y una conexión indefinible les une. Hay sensaciones que sólo se sienten por alguien, hay momentos únicos y hay amores que no se pueden perder porque pasan una vez en la vida.

...

Sara llevaba tiempo diciendo a Saioa que fueran a Gijón, pero ésta nunca tenía tiempo porque se pasaba el día entre el trabajo y casa. Por fin pudo cogerse unos días, así que compraron los billetes y a Asturias que se fueron. Nada más llegar, dejaron su equipaje en el hotel y se fueron a un bar a tomarse unas sidras. Entre vaso y vaso se contaban lo que les había pasado durante la semana. Eran amigas de toda la vida, se conocieron de pequeñas en el pueblo de sus padres y habían vivido de todo, buenos momentos, malos... de todo tipo. Tras una conversación sobre un chico que conocían, Sara se fue a pedir la segunda botella de sidra a la barra y mientras, un chico se acercó a Saioa a pedirle que les sacara una foto a él y sus amigos. Era un chico moreno, con los ojos verdes, alto y con aire un poco chulesco. Ella se levantó de la silla y les sacó la foto en grupo. Era un poco serio, estirado, tampoco se fijó mucho en él porque no era su tipo. Tras la foto, él cogió su móvil, no le dio ni las gracias y se dio la vuelta dándole la espalda. "Un poco rancio sí es este chico..." - se dijo a sí misma.

Cuando terminaron el último culín de la botella, las dos decidieron cambiar de bar, había mucha noche por delante. Se fueron a una taberna chiquitita cerca de la playa de San Lorenzo. Al rato apareció el "chico rancio de la foto" y sus amigos. Al verse, él y Saioa intercambiaron miradas. En ese momento, ella sintió una sensación extraña por el cuerpo, como si le conociese de siempre, pero sin embargo no le había visto en su vida. Sara se fijó que había habido una atracción entre los dos y le dijo a su amiga "Le gustas". Saioa con cara extrañada le respondió "Si es un borde, le he sacado antes una foto en el otro bar y sólo le ha faltado que le diera yo las gracias por posar para mí jajajaja...". Las dos se rieron. 

De repente Saioa notó que alguien le tocaba el hombro. Se dio la vuelta y era él "¿Nos sacas otra foto rubia?". Ella puso cara de póker por partida doble, ¿le había llamado rubia el rancio? y por otro lado le daba corte que le hubiera escuchado la broma que acababa de decir. Ella cogió el móvil para sacarles otra foto más. Los amigos volvieron a posar juntos de nuevo, debía ser el cumpleaños de uno de ellos. "Me llamo Chris, por cierto, soy de Vallecas, Madrid" - le dijo él cuando ella le devolvió el teléfono. "Yo Saioa, encantada, vuestra fotógrafa oficial de la noche, de Lavapiés". Los dos rieron.

A partir de ese momento todo cambió. Se pasaron la noche hablando, era un chico encantador. Se contaron sus vidas, sus aficiones... Saioa sentía una química muy especial con ese chico. Cuando se despidieron, ella se dio cuenta de que no se habían intercambiado los teléfonos. Por otro lado era normal, Chris le había comentado que estaba conociendo a alguien desde hacía unos meses. Esa noticia fue un jarro de agua fría para ella porque había una complicidad especial entre los dos, de esa que no tienes con todo el mundo. El resto de los días que las dos amigas pasaron en Gijón, Saioa se los pasó atenta por si se encontraba con él, pero no hubo suerte. Le buscó por la playa, por las calles... pero nada.

Las siguientes semanas, cuando las dos hablaban de las vacaciones en Asturias, Saioa respondía cabizbaja, con un tono agridulce. Sara pensó que tenía que hacer algo que le animase, se notaba que echaba de menos al vallecano. Un día estando en el trabajo, Saioa recibió una solicitud de Facebook. Era Chris. No se lo podía creer. Le mandaba también un mensaje privado en el que le decía "Sara me ha localizado por aquí, te he visto entre sus amigas, así que si quieres nos agregamos. Un beso". Saioa tenía dos sentimientos encontrados. Uno era asesinar a su amiga, el otro era darle a aceptar corriendo a la solicitud. A partir de ahí solían hablar todas las noches por mensajes privados, se contaban sus días en el trabajo, se mandaban sus canciones favoritas... Era lo más parecido a tener un "novio cibernético", pero eso no era lo que ella quería.

Un viernes Chris le propuso que se vieran y tomar algo juntos en una terraza del centro. Saioa se pudo probar veinte vestidos hasta que dio con el acertado. Hacía mucho tiempo que no sentía esos nervios por el cuerpo. Se vieron en una terraza en la Plaza de la Luna. Los dos estaban muy nerviosos. Saioa tenía miedo de que surgiera algo esporádico entre ellos porque para eso prefería mantenerse en un segundo plano, ser una amiga más y no darle pie a que pudiese hacerle daño. Había otra persona en su vida y no era ella. Cuando este pensamiento le rondaba la cabeza, él le besó. Acabaron en la casa de ella y la pasión voló por los aires.

Así se pasaron las siguientes semanas. Chris quedaba muchos días con Saioa y los sentimientos afloraban en cada instante que pasaban juntos. Era todo como un sueño hecho realidad. De repente, sin buscarlo, había aparecido una persona que reunía todo lo que ella quería. Pero claro, en este caso no se podía tener la libertad absoluta de poder ser una misma en todo momento porque él no estaba solo. Eso le dolía mucho a ella porque quería estar con Chris al 100%. Se dio cuenta de que se estaba enamorando de él y que no podía compartirle con nadie más. Él se inventaba mil y una excusa para que su novia no se enterase de lo que estaba ocurriendo a sus espaldas y así pasaba mucho tiempo con Saioa.

Pasados un par de meses, Saioa decidió dejarse de ver unas semanas con él. Quería que recapacitaran sobre qué querían en sus vida porque no se puede andar a dos bandas. Las sensaciones que tuvo Saioa durante ese tiempo eran de todo tipo, una mezcla de nervios, ilusión, incertidumbre... No podía llegar a imaginarse que todo lo que había vivido podía acabarse así. Hay una clase de química que sólo se tiene con una persona y a veces ese tren sólo pasa una vez en la vida.

Una tarde de viernes, Saioa estaba en su casa organizando unas fotos familiares cuando sonó el telefonillo. Era Chris. Los nervios le llenaron de los pies a la cabeza, eso sólo podía significar una cosa, o todo o nada. Él le pidió que bajara al portal. "Mala señal" - pensó ella. Cuando bajó ahí estaba él, junto a su moto amarilla, pero él no le saludó con un beso como las otras veces - "Saioa, es difícil para mí tenerte que decir esto". Ella se quería morir en ese mismo instante, que le pasara una apisonadora por encima o que le cayese el árbol más cercano. "Yo tampoco quiero compartirte con nadie más" - añadió Chris y acto seguido le cogió entre sus brazos y le besó.


De eso han pasado ya unos años. Siguen felices y muy enamorados. Ahora viven en Gijón. Saioa ya no necesita buscarle entre la gente porque está con ella, lo que siempre había querido. No hay nada mejor que el destino una a las personas que han de estar juntas porque todo lo sabe.



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