Sharon forever
Matt conoció a Sharon una noche en el “Fat Cat”, un pub de West Village.
Cuando le vio pensó que era la mujer más guapa que había visto en su vida.
Entrecruzaron miradas varias veces, ella le sonreía mientras daba sorbos a un
botellín de cerveza. Jazz sonaba de fondo y ella contoneaba su cuerpo al son de
la música. Matt no podía dejar perder la oportunidad de conocerle, así que
acabó su cubata y fue adonde ella. La complicidad se notaba y las risas se
alargaron durante toda la noche.
Se intercambiaron los móviles y Matt no paró de mandarle mensajes hasta que
consiguió que aceptara cenar con él. La primera cita fue en una terraza
de la Quinta Avenida, se veía de fondo el Empire State, esa noche estaba
iluminado de color azul. Sharon trabajaba en un bufete de abogados, estaba a
punto de convertirse en socia y estaba muy ilusionada con ello. Le gustaba
montar en bici, correr, la fotografía, la comida vegetariana y era melómana
hasta la médula. A Matt le parecía cada vez más y más interesante. Se sentía a
gusto a su lado, eso debía de significar algo.
Pasaron las semanas, las citas cada vez se alargaban más y más. Una tarde
estaban sentados en un banco en Central Park y se decidió a besarla. Ella le
dijo que ya era hora, que llevaba muchos días esperando ese momento. A partir
de ahí todo fue sobre ruedas. Quedaban después de trabajar, se iban de cena, a
exposiciones, al cine, a musicales… cada momento era especial si estaban
juntos. Matt se sentía el hombre más afortunado del mundo.
Una tarde que estaban en el Rockefeller Center sacando fotos del atardecer,
Matt se arrodilló y le pidió que se casaran. Habían pasado tan sólo seis meses,
pero estaba claro que era la mujer de su vida. Ella posó para él con el anillo
de compromiso que le acababa de regalar y él le retrató con su cámara, para
nunca olvidar ese momento. Nada malo podía pasar, todo era perfecto.
Se casaron un 6 de junio en Central Park, fue una boda civil increíble, con
la compañía de su familia y amigos más allegados. Cuando Matt vio aparecer a
Sharon con su vestido blanco comenzó a llorar. Algo maravilloso debía de haber
hecho en otra vida para tener una persona tan especial a su lado que le quería
y contaba con él hasta el fin de los días. Se fueron de viaje de novios a
Japón, los dos iban equipados con sus cámaras de fotos en todo momento, para no
perder una sola instantánea.
El 12 de noviembre Matt estaba preparando una exposición de sus fotos
cuando recibió una llamada de Sharon. Acababa de salir del médico, le habían
diagnosticado cáncer de pecho. El mundo se desvaneció, no podía estar
ocurriendo eso, por qué a ellos, por qué. El cáncer iba invadiendo poco a poco
a Sharon. Antes de que se quedara sin pelo por las sesiones de quimioterapia,
decidieron que se raparía en casa su melena. Él retrató el momento con la
cámara, el antes y el después. Matt decidió entonces que sacaría fotos de su
mujer cada día de su enfermedad para no olvidar ningún momento que viviera con
ella.
Pasaban las semanas y el cuerpo de Sharon cambiaba, pero para él seguía
siendo la más guapa, lo que más quería en el mundo. No se mejoraba y la
metástasis se apoderó de ella. Le dieron unas semanas de vida y la pareja
decidió no rendirse, luchar hasta el final. Sus amigos visitaban a Sharon en
casa, tocaban la guitarra, cantaban para ella, para amenizar sus mañanas,
tardes y noches. Matt un día se presentó con un tatuaje en el brazo, ponía su
nombre rodeado con un corazón “Sharon forever”. Ella sonrió y se le cayó una
lágrima de dolor. Todo lo que habían formado juntos, ese tándem inquebrantable
iba desapareciendo poco a poco, lentamente y los dos lo sabían.
El 2 de enero murió Sharon, estaba junto a su marido, familia y amigos.
Tenía un gesto dulce, se había ido en paz, con todo el amor del mundo. Antes de
marcharse, le dijo a Matt que nunca pensó que iba a encontrar a alguien tan
auténtico como él, alguien que le amara tanto en lo bueno y en lo malo. Él
contuvo las lágrimas, le abrazó fuertemente para que la vida no se le
escurriera, pero su luz se apagó, cerró sus ojos y se marchó. Matt entonces
brotó de dolor, acababa de perder a la mujer de su vida, a aquella chica que
conoció en el bar donde sonaba Jazz, aquella que le miraba sonriente entre
sorbo y sorbo de su cerveza.
Matt le dedicó una exposición a su mujer, con todas las fotos que le había
sacado desde que se conocieron hasta el final. Dio charlas contando su historia
de amor. “Di a quien tienes a tu lado que le quieres, cada día, cada hora,
cada minuto porque nunca será suficiente. Ama a tu pareja por encima de todo,
disfruta al máximo, que pequeños problemas no os quiten de vivir tranquilos y
en paz vuestro amor. Y reíd, reíd mucho, compartid todo, respetaos y sed
felices juntos”.
Muy chulo... Triste, pero bonito :')
ResponderEliminarMuchas gracias amigo. Al menos pudieron disfrutar hasta el final muy enamorados. Estas historias son las que merecen la pena. Besos! :)
Eliminar