Pier 17

Aquel viernes 21 de junio Ane corría por las calles de la Sexta Avenida buscando el edificio donde tenía un casting. Era su primera prueba como actriz en Nueva York. Había viajado a la ciudad de los sueños a probar suerte, vivir sus calles y disfrutar de su espíritu. Preguntó en recepción por la productora y le señalaron que subiera a la planta 12 puerta 5. Mientras estaba en el ascensor notaba cómo le sudaban las manos y el corazón se le salía del pecho.

Cuando abrió la puerta 5 encontró a compañeros de prueba sentados leyendo un papel. La jefa de casting le saludó amablemente y le dio un guión.
- "Prepárate el personaje de Dulce, en un rato te llamaremos" - le dijo. 
Ane se sentó y empezó a memorizar el texto. Miró a su izquierda y había junto a ella un chico de unos 30 años, con pelo largo, camiseta de tirantes negra y pantalones vaqueros.
- "Perdona, ¿vienes para el casting, no?" - le preguntó Ane. 
-"Sí, claro" - respondió él sonriente. Tenía una sonrisa preciosa, transparente. 
Ella quería a alguien con quien poder practicar la réplica, así que tras echar un breve vistazo a la obra se giró y se dirigió a su compañero de nuevo.
- "Soy Dulce, ¿eres Jack?" - preguntó Ane.
- "No, soy el que le pega una paliza a Jack" - respondió él sonriendo. 
- "No me extraña" - dijo ella en broma - "Me puso los cuernos, se lo merecía" - y el chico se echó a reír. 

Empezaron a ensayar la escena. Él le aconsejaba que si se le olvidaba el texto que continuara, que es preferible improvisar a quedarse callado. Había miradas cómplices entre los dos, se palpaba algo invisible en aquella sala.

- "Paulo, please, come here" - dijo la directora de casting mirando hacia ellos dos. 
- "Ya me toca, por cierto, me llamo Paulo, pero puedes llamarme Paul" -  el chico se levantó y entró a la prueba. 
Mientras, Ane se quedó preparando el papel. Pasaron unos diez minutos y entonces Paul salió de aquel cuarto con un gesto triunfante. Le debía de haber salido estupendamente el casting.
 - "¿Cómo ha ido todo?" - le preguntó Ane.
- "Muy bien" - contestó él - "Me preguntaba si podrías darme tu Facebook para avisarte de más convocatorias de casting, si te interesa, claro..." - Ane le respondió sonriendo y cogió su móvil entre las manos.

Cuando se intercambiaron los Facebook Paul se fue. Ane fue la siguiente en pasar al casting. La prueba era muy parecida a las que había hecho en España. Hubo un momento en que se quedó en blanco, no recordaba el texto por los nervios, pero le vino a la cabeza el consejo que le había dado su nuevo amigo e improvisó. 
- "Para ser la primera vez que hago un casting en Nueva York, no ha estado ni tan mal" - se dijo a sí misma cuando se despedía de la directora de casting. 

A los dos días, después de varios mensajes que habían intercambiado, Ane y Paul quedaron en encontrarse en Times Square, junto a la taquilla de descuento para los espectáculos de Broadway. Caminaron durante horas, contándose sus experiencias como actores, anécdotas vividas...

- "Te voy a enseñar el sitio más bonito de Manhattan" -  dijo de repente él mientras paseaban por Central Park. Paul quería que fuese una sorpresa así que no desveló el lugar donde iban.
Cogieron el metro y llegaron a Fulton Street, bajaron la calle hacia el South Street Seaport y Ane reconoció aquel lugar, lo conocía muy bien, era el Pier 17.
- "Es una coincidencia, este es mi sitio de pensar, donde me gusta venir cuando tengo un problema" - dijo Ane.

Había una terraza en el embarcadero, así que se sentaron a beber unas cervezas. Había una mesa de ping pong y se pusieron a jugar como niños. Era la primera vez que Paul jugaba y no se le daba tan mal. La diversión y la complicidad convertían las horas en segundos. 

Al anochecer, Paul acompañó a casa a Ane, vivía en el Noho, en la calle Bleecker Street. No se sabe cómo, pero todo comenzó así, con un beso fugaz. Otro día quedaron para ir a la playa del Bronx, fueron con unos amigos, era un domingo soleado. Acabaron por la tarde en una barbacoa en la casa de unos tíos de Paul que vivían en Harlem. Así pasaron los meses, Ane se sentía en una nube, no se quería bajar y afrontar la realidad. Tenía que volver a España, le habían ofrecido protagonizar una serie en una cadena nacional. No podía rechazar esa oferta, era su gran oportunidad.

La despedida entre los dos fue muy triste. Ane no quería que Paul le acompañase al aeropuerto, prefería que se separasen en Grand Central Station. 
- "¿Cuándo volverás?" - preguntó Paul con lágrimas en los ojos.
- "Pronto, muy pronto espero. Paul, eres una persona que me llena de verdad, me haces reír y me haces muy feliz. Prefiero que sigas tu vida a que me esperes. Si tenemos que acabar juntos, la vida nos reencontrará en el camino - le dijo Ane mientras acariciaba su cara con las manos temblorosas.
- "Cuando vuelvas hablaremos" - puntualizó Paul y le dio un beso fugaz, como el primer día.

No han vuelto a verse, de esto hace casi dos años, pero Ane no le olvida. Sueña con volver a estar junto a él en el Pier 17, ese lugar donde no pasan las horas, donde se detiene el tiempo. Siguen teniendo contacto, la distancia no rompe lo que es imposible desunir. No hay nada mejor como una despedida limpia, con la verdad por delante porque en la vida nunca se sabe lo que puede suceder. Todo da muchas vueltas, como en una ruleta, que no sabes qué te puede tocar. Pero lo que sí está claro es que es mejor ir dejando huellas y no cicatrices. 


- "Buenas noches Pier 17, hasta pronto" - dijo Ane al viento, cuando veía a Paul caminando entre el gentío por la calle 42. Su silueta se perdía mientras las lágrimas le brotaban sin cesar. Cuesta mucho renunciar a lo que se quiere por una lucha entre el deber y el corazón. 

Pier 17, Nueva York

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